— ¿Es que están ardiendo? —preguntó Heidi.
—No, siempre se ponen así a la caída de la tarde. Es el sol que se despide de ellas con un beso.
Cogidos de la mano, Heidi y Pedro emprendieron el regreso a la casita del abuelo.
Cuando divisaron al anciano, sentado bajo los abetos, fumándose su larga pipa, Heidi corrió a saludarle, seguida por Flor y Mariposa. Pero antes se despidió de Pedro:
—Buenas noches, Pedro. Buenas noches, Copito de Nieve.
—Buenas noches, Heidi —respondió Pedro.
—No, siempre se ponen así a la caída de la tarde. Es el sol que se despide de ellas con un beso.
Cogidos de la mano, Heidi y Pedro emprendieron el regreso a la casita del abuelo.
Cuando divisaron al anciano, sentado bajo los abetos, fumándose su larga pipa, Heidi corrió a saludarle, seguida por Flor y Mariposa. Pero antes se despidió de Pedro:
—Buenas noches, Pedro. Buenas noches, Copito de Nieve.
—Buenas noches, Heidi —respondió Pedro.