—Tiene el pelo oscuro y rizado y carita de traviesa —dijo la madre de Pedro.
—Acercaré la lámpara usted misma pueda verme —dijo Heidi. Pero la abuela movió la cabeza y respondió: —Hace mucho que mis pobres ojos no ven nada.
— ¿Cómo? —exclamó Heidi asombrada—. ¿Ni siquiera la nieve…, ni las encendidas montañas cuando el sol se despide de ellas con un beso?
—Acercaré la lámpara usted misma pueda verme —dijo Heidi. Pero la abuela movió la cabeza y respondió: —Hace mucho que mis pobres ojos no ven nada.
— ¿Cómo? —exclamó Heidi asombrada—. ¿Ni siquiera la nieve…, ni las encendidas montañas cuando el sol se despide de ellas con un beso?