Heidi vivía feliz con su abuelo y se criaba fuerte y sana respirando el aire puro de las montañas. Pero un día, después de haber cumplido los siete años, se presentó su tía Adela, que se tocaba con un enorme sombrero adornado con una pluma.
—He venido a llevarme a Heidi —dijo nada más entrar. Tío Anselmo la miró pasmado.
—No quisiste acogerla cuando la traje aquí, y ahora he venido a llevármela conmigo.
—He venido a llevarme a Heidi —dijo nada más entrar. Tío Anselmo la miró pasmado.
—No quisiste acogerla cuando la traje aquí, y ahora he venido a llevármela conmigo.