El tío Anselmo se paseaba arriba y abajo de la estancia gritando y maldiciendo. Pero Adela estaba decidida a llevarse a Heidi. Estuvieron discutiendo y chillando hasta que el anciano, enfurecido, exclamó:
— ¡Pues vete de una vez, y no vuelvas a aparecer por aquí con ese ridículo sombrero y esa ridicula pluma! —Y dando un portazo salió de la casita.
— ¡Pues vete de una vez, y no vuelvas a aparecer por aquí con ese ridículo sombrero y esa ridicula pluma! —Y dando un portazo salió de la casita.