Adela sacó del armario las cosas de Heidi e hizo con ellas un fardo. Luego tomó a la niña de la mano y se la llevó montaña abajo hasta la estación del ferrocarril en Dorfli. Cuando vio aproximarse el tren, Heidi se puso a llorar desconsoladamente. No quería dejar a sus amigos en las montañas para regresar a la sombría ciudad.