La bella princesa Sabra fue conducida a través de las ruinosas puertas de la ciudad y, justo a las afueras de la misma, la ataron a un poste de madera.
El dragón levantó la cabeza, que tenía apoyada sobre sus patas, y salió arrastrándose del lodo. Extendió sus alas y se lanzó, medio corriendo, medio volando, hacia donde estaba la princesa.
El dragón levantó la cabeza, que tenía apoyada sobre sus patas, y salió arrastrándose del lodo. Extendió sus alas y se lanzó, medio corriendo, medio volando, hacia donde estaba la princesa.