Tras pasar un tiempo encerrada, uno de los guardias empezó a sentir lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarla y darle conversación. Así de esta forma, con el paso del tiempo se fueron haciendo buenos amigos. Un día la princesa pidió a su guardián, que dada la amistad que les unía, que por favor que la dejara escapar. Pero el soldado, que era noble y leal a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin embargo, le respondió: