“ ¡Comámonos su miel!” respondió Cola de Algodón. Y así lo hicieron, ¡hasta la última gota de miel! Entonces saltaron en su cama y la dejaron toda revuelta, y fueron tan traviesos como lo puede ser un conejo. Cuando el Gran Oso Pardo volvió a casa, se lamentó mucho de ver lo que habían hecho pero no les regaño mucho, porque era un oso con corazón amable y no sabía como enfadarse. Únicamente, cuando llegó la siguiente mañana, se dijo a sí mismo: