A menudo paseaban por el bosque recolectando bayas y frutas silvestres, y nunca ningún animal les causó ningún daño. De hecho, los animales las amaban y confiaban en las dos chicas. La pequeña liebre comía una hoja de col de sus manos, el venado pastaba junto a ellas, el ciervo jugaba junto a ellas alegremente, y las aves se mantenían en las ramas y cantaban para ellos sus canciones más bonitas.