Nunca tenían ningún problema, si se entretenían y se les hacia de noche, no había problema, se quedaban a dormir sobre la hierba y dormían hasta la mañana siguiente, y su madre no se preocupaba, ya que sabía que todos los animales las querían y cuidaban; una mañana después de quedarse dormidas en el bosque, cuando se despertaron vieron a un hermoso niño con una túnica blanca resplandeciente sentado cerca de su lugar de descanso. El niño se levantó, las miró amablemente, pero no dijo nada, y desapareció en el bosque. Cuando miraron a su alrededor se dieron cuenta de que habían dormido cerca de un profundo barranco. Si hubieran ido un poco más allá durante la noche, habrían caído en él. Cuando le contaron a su madre la aventura, ella les dijo que lo que habían visto que debía ser el ángel de la guarda de los niños.