Pero, pese a todo, el Príncipe Azul seguía encandilado de Florine. Tanto era así, que rechazó los regalos que la Reina le envió, uno tras otro. Ella, montada en cólera, le advirtió que Florine estaba encerrada en una torre, de la cual no saldría hasta que él no partiese. La indignación del Príncipe fue en aumento, y solicitó de nuevo hablar con Florine. La situación, aparentemente inofensiva, dio pie a una nueva artimaña de la Reina, quien estableció un lugar de encuentro tan tan oscuro, que Truitonne hizo de impostora. El Príncipe, confuso y habiendo caído por completo en la trampa, le pide por error la mano a Truitonne.