Habiendo resultado en vano los dos primeros huevos, Florine rompió el tercero, también mágico, y en él encontró un pequeño vagón tirado por ratones. De nuevo, comercia con él a cambio de una noche en la Cámara de los Ecos, momento en que aprovecha de nuevo para sollozar y hacer manifiesto su lamento. También de nuevo, resultó en vano, y sólo los pajes la escucharon.