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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Tienes que aprender a bailar para esta noche –le dijo­...

Tienes que aprender a bailar para esta noche –le dijo­ o no les gustarás nada a las hadas. Cuando llegó la noche y las luciérnagas comenzaron a encender sus luces por la hierba la mariposita llevó a Patoso al baile de las hadas. Era al pie del gran roble, un hueco tapizado de verde musgo. Todo alrededor había diminutos taburetes de bellota que les había dado la ardilla que vivía en la copa del árbol, para que las hadas descansaran cuando estuvieran fatigadas de bailar. Y en un extremo había un pequeño trono para el rey y la reina de las hadas. El techo estaba hecho de hojas verdes, y entre ellas colgaban luciérnagas para iluminar la pista de baile. Patoso no había visto en su vida nada tan bonito como esta sala de baile de las hadas. Poco a poco, también las hadas comenzaron a llegar, y la sala lució aún más bella, porque llevaban vestidos hechos con todo tipo de flores: azules, blancos, rosas, montones de encajes de tela de araña, perlas y diamantes tallados de gotas de rocío. El rey y la reina, también, lucían trajes tejidos con dorados rayos de sol y deslumbrantes estrellas plateadas Patoso estaba aturdido, pero todo el mundo parecía contento de verle, y todos fueron muy amables con él.