¿Qué estás haciendo, Patoso? –preguntó Creímos que estabas muerto. No, contestó Patoso muerto no, ¡sólo me estoy divirtiendo! Y si ahora no trabajas, ¿qué harás cuando llegue el invierno? – preguntó la reina. Patoso agachó la cabeza, porque no sabía qué responder. Pero la mariposa se rió. ¡El invierno está muy lejos! –dijo con su vocecita suave, y volvió a reír. Entonces la reina se puso furiosa. ¡No vuelvas nunca a la colmena! –dijo No queremos abejas que no trabajen. Le dio la espalda a Patoso y entró en la colmena, seguida de todas las demás abejas. Pero a Patoso no le importó nada, porque los días eran todavía cálidos y luminosos y el invierno parecía muy lejano.
Todas las mañanas, la mariposa y él jugaban en las soleadas praderas, y cuando oscurecía y los ruiseñores cantaban su canción de buenas noches al mundo, se mecían hasta dormirse en las flores de malva real y descansaban hasta el día siguiente. Pero llegó el día en que se fue el sol y las noches se hicieron cada vez más oscuras y frías. Las hadas ya no volvieron a bailar en el musgo bajo el gran roble, y las luciérnagas ya no alumbraban con sus colas.
Todas las mañanas, la mariposa y él jugaban en las soleadas praderas, y cuando oscurecía y los ruiseñores cantaban su canción de buenas noches al mundo, se mecían hasta dormirse en las flores de malva real y descansaban hasta el día siguiente. Pero llegó el día en que se fue el sol y las noches se hicieron cada vez más oscuras y frías. Las hadas ya no volvieron a bailar en el musgo bajo el gran roble, y las luciérnagas ya no alumbraban con sus colas.