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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: No, ­replicó la reina­ ahora no hay nada que hacer....

No, ­replicó la reina­ ahora no hay nada que hacer. ¡No te dejaremos entrar! –y las abejas cerraron la puerta de la colmena. Así que el pobre Patoso se encontró sin ningún sitio a donde ir. El viento soplaba cada vez más frío, y no había nada en el mundo para comer. Una noche gélida y oscura, en la que se sentía famélico, Patoso se arrastró bajo una hoja muerta, se acostó boca arriba, y así estuvo toda la noche, porque estaba demasiado débil y cansado para darse la vuelta. Estaba casi muerto, y en pocos minutos lo hubiera estado del todo, pero de pronto escuchó un suave susurro, y una dulce vocecita que decía: