Pero esa noche las armas, lideradas por la espada del rey, volvieron a entonando su canto de paz, y de nuevo ningún soldado pudo descansar, por lo que tuvieron que aplazar la batalla de nuevo, y lo mismo se repitió durante los siguientes siete días. Al anochecer del séptimo día, los dos reyes se reunieron para ver qué podían hacer con aquella situación. Ambos estaban todavía muy enfadados por su anterior discusión, pero al poco de estar juntos, comenzaron a comentar las noches sin sueño que habían pasado todos, la extrañeza de sus soldados, y empezaron a recordar anécdotas y aventuras que habían pasado juntos, lo bien que lo pasaban y los buenos amigos que eran. Ambos bajaron la mirada avergonzados de que una simple disputa hubiera acabado con su amistad, y sobre todo por el dolor y sufrimiento que la guerra había causado.
Y así gracias a la idea de la espada del Rey, olvidaron sus antiguas disputas y pusieron fin a la guerra, y volvieron a ser los grandes amigos que habían sido desde niños, y la paz entre los dos reinos se hizo eterna.
Y así gracias a la idea de la espada del Rey, olvidaron sus antiguas disputas y pusieron fin a la guerra, y volvieron a ser los grandes amigos que habían sido desde niños, y la paz entre los dos reinos se hizo eterna.