
Cerca de ellos, casi tres veces más grande, había otra figura: un chino viejo que podía menear la cabeza. También estaba hecho de porcelana y afirmaba, aunque no podía probarlo, que era el abuelo de la pastorcita. Fuese o no verdad, pasaba por guardián suyo, así que cuando el General-Mandamás-en-Vanguardi a-y-Retaguardia-Guillermitopat asdechivo pidió la mano de la pastora, el chino viejo se la concedió con un movimiento de la cabeza.