El deshollinador trató de convencerla con todos los razonamientos imaginables. Le recordó al chino viejo y al General-Mandamás-en-Vanguardi a-y-Retaguardia-Guillermitopat asdechivo pero ella lloraba tan amargamente y daba tantos besos a su pequeño deshollinador de chimeneas, que éste hubo de ceder al fin, aunque le pareció que aquello era lo peor que podían hacer.