La princesa, que no sabía dónde se había metido sin siquiera decidirlo, no hacía más que sollozar por la ventana. Así pudo confesar a una anciana el complejo dilema en el que se había visto envuelta. Ésta, decidida a hacer el bien por la princesa, le comentó que tenía siete maravillosos hijos, quienes la ayudarían. Y así fue, pues al mismo día siguiente todos juntos aparecieron y rescataron a la princesa de aquella terrible casa.