Sabía que algunas pícaras ardillas remolonas jugaban durante todo el verano, y cuando llegaba el frío, sus pobres bebés lloraban a veces porque tenían hambre. No es que ella no ayudase a la gente que estaba en apuros, porque era una madre buena y compasiva, pero sabía por experiencia que las ardillitas que no trabajaban recogiendo nueces cuando estaban al alcance de todos, se servían de los almacenes de los demás si tenían la ocasión. Un día, mientras la Señora Ardilla estaba planchando unas ropitas de Cola de Seda, oyó un golpe en la puerta. Era un mensajero del Señor Caballero Ardilla, que invitaba a Cola de Seda a una fiesta sorpresa para su hijita Piel Suave. Cuando Cola de Seda llegó saltando a cenar aquel día, y vio una cosa rosa asomando por debajo de su plato, ya os podéis imaginar lo encantada que se sintió cuando la sacó y descubrió que se trataba de una invitación a una fiesta, porque las fiestas eran muy escasas en la isla. Estaba prevista para cuando los veraneantes se fueran, porque no era seguro hacerla mientras ellos estuvieran. Con los veraneantes, siempre había algún niño con un rifle deseando comerse una empanada de ardilla. En invierno hacía demasiado frío, y en primavera escasamente quedaba comida suficiente para las comidas normales, y mucho menos para una fiesta. Así que este era el momento ideal, y Cola de Seda se sintió más feliz que en toda su vida.