CAPÍTULO II
El día de la fiesta, después de comer, la Señora Ardilla lavó, cepilló y peinó a Cola de Seda hasta que le dolió, y pensó que tendría que dar un grito o dos. Después la vistió con uno de los vestidos más bonitos que había visto en su vida. Cola de Seda tenía incluso unos zapatos nuevos con grandes lazos rosas. –Tienes que estar a la altura, cariño –dijo la madre, mientras le ataba los cordones de su lindo sombrero
–y además
–insistió, mientras le besaba por vigésima vez al menos
–, ten mucho cuidado con tus modales, no pierdas el regalo (un pañuelo de encaje monísimo con pájaros azules en los bordes), ve derecha ahí y vuelve sin entretenerte antes de que anochezca.
El día de la fiesta, después de comer, la Señora Ardilla lavó, cepilló y peinó a Cola de Seda hasta que le dolió, y pensó que tendría que dar un grito o dos. Después la vistió con uno de los vestidos más bonitos que había visto en su vida. Cola de Seda tenía incluso unos zapatos nuevos con grandes lazos rosas. –Tienes que estar a la altura, cariño –dijo la madre, mientras le ataba los cordones de su lindo sombrero
–y además
–insistió, mientras le besaba por vigésima vez al menos
–, ten mucho cuidado con tus modales, no pierdas el regalo (un pañuelo de encaje monísimo con pájaros azules en los bordes), ve derecha ahí y vuelve sin entretenerte antes de que anochezca.