ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: – ¡Oh, cielos! –suspiró –Ya casi podría volverme a...

– ¡Oh, cielos! –suspiró –Ya casi podría volverme a casa, tan tarde es. Seguro que ya se habrán comido el helado y todas las golosinas antes de que yo llegue. Ojalá la gente no fuera tan descuidada y diera tanta faena a los demás. Estoy harta de todo, y espero que sea la última vez que me entretengo. Tan excitada estaba la pobre Cola de Seda que tomó el camino de la izquierda en lugar del de la derecha, y anduvo una buena distancia antes de descubrir que algo iba mal. No sabía qué hacer, y se asustó tantísimo que se tuvo que sentar y se puso a llorar amargamente. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí: empezó a recordar lo que había sucedido desde que su madre le dio un beso de despedida y se preguntó si sería capaz de encontrar el camino de vuelta sin que antes le atrapara esa espantosa Gata Atigrada. –Si consigo salir de este apuro –pensó –, no volveré a detenerme en mi vida a ayudar a nadie. Si hubiera ido derecha a la fiesta y hubiera dejado que los demás se ocuparan de sí mismos, ahora estaría a salvo. Con el pensamiento de que era la criatura más desgraciada del mundo, rompió de nuevo a llorar. – ¿Me darías esas lágrimas, por favor? –Cola de Seda oyó preguntar a una vocecita –Me estoy marchitando y pronto moriré si alguien no me da de beber.