Luego, jugaron al escondite y se rieron mucho cuando encontraron a su padre escondido debajo de las raíces de un árbol en la esquina. —Son como la gente de verdad —pensó Walter, que estaba viendo el divertido momento desde su escondite—. No sabía que los conejos tenían tanto sentido común. —Ahora que cada uno recite una poesía —dijo mamá coneja que había acabado su trabajo y estaba lista para divertirse.