Venga, Buzzy, recita primero —dijo papá conejo. —Sí —dijo Buzzy—. Me sé un bonito poema que he aprendido hoy del pequeño Sammy Squirrel, en el roble del sendero. —Me pregunto cómo estará el señor Squirrel —dijo mamá coneja—. Ya sabes que se le quedó atrapado el pie en una trampa que le habían puesto unos chicos horribles. —Está bien —respondió Buzzy—. Ya puede volver a escalar árboles. —Uno no puede ser demasiado cuidadoso —dijo mamá coneja. —Bien, continuemos con tu poema —dijo papá conejo. Buzzy se levantó de la mesa y comenzó con voz fuerte y clara, tal y como Walter solía hablar en el colegio. “Esperarías poco de alguien de mi edad Para mostrar en público en una jaula. Siempre haré lo que debo, Y espero que nunca me capturen.” — ¡Bravo! —gritaron los demás—. Ha sido precioso. —Sí —dijo Buzzy—. Es un poema muy bonito, ideal para los conejos pequeños. —Streaky, es tu turno —dijo su madre.