De repente se paró en seco. Se hallaba al borde de un barranco negro y profundo, un gran precipicio en la tierra. Lily podía ver a los cazadores todavía lejos, pero uno de los perros se había adelantado a los demás y se aprestaba a atacar a la luz de la Luna. El sacó a la niña de su bolsa y saltó hacia el perro para enfrentarse con él. Aguardó erguido y alto con sus pequeños brazos abiertos.