Era ya entrada la
noche, y el religioso, después de santiguarse, se encaminó por la
vía de su
convento. Las
sombras invadieron la Tierra. No se veía ya el villorrio; y la
montaña, negra en medio de la noche, se veía semejante a una titánica fortaleza en que habitasen
gigantes y demonios.