Tras mirar a su alrededor, pronto se dio cuenta de que algo no andaba bien. No había ningún vasito de jerez, ni siquiera un trozo de
pastel, esperándole; tampoco había el
árbol de
Navidad, ni guirnaldas, ni los regalos que compran las mamás y los papás. La
casa tenía un aspecto solitario y vacío.