ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: — ¡Ay! ¡Ay! -exclamó Gulliver al sentir las flechas...

— ¡Ay! ¡Ay! -exclamó Gulliver al sentir las flechas que le herían en la cara. Más tarde, otra rociada de flechas le dio en el pecho. y en las manos. Retorciéndose de dolor, Gulliver trató desesperadamente de romper los miles de hilos que le sujetaban al suelo.