El padre de Fabián era leñador, y cada día él y otros leñadores tenían que cortar los árboles altos que había señalado el jefe. Luego enganchaban los enormes troncos a los arreos de Golo y Fabián conducía a la muía hasta la carretera, donde aguardaban los camiones para transportar los troncos a un aserradero de Río Rosa.