Myrsina vivió allí, feliz y a salvo, y sintió lo que por infortunio la vida le había privado: el calor familiar. Entretanto, todos sabemos lo veloces que son los rumores, sobre todo en boca de determinadas personas. Así fue como llegó a oídos de sus hermanas que Myrsina seguía viva, y con mezquindad la visitaron. Su cita no respondía a buenas intenciones, pues querían acabar con su pequeña hermana a toda casta, para lo cual le dieron un regalo envenenado en forma de pastel. Respecto a lo pasado en el bosque, sus argumentos fueron que más tarde habían vuelto en su busca, pero que nunca habían sido capaces de encontrarse de nuevo con Myrsina.