La misma contemplación de la belleza de Myrsina maravilló al príncipe. No conocía a la joven, pero imaginó que podría averiguar quién era si miraba el grabado del sello que había puesto en su dedo. Cuando el príncipe retiró el anillo, Myrsina volvió de forma grácil a la vida ¿Cómo no podía enamorarse de aquel apuesto joven que la había salvado?