Myrsina y el príncipe se casaron, y por fin la muchacha obtuvo en vida todo lo que merecía: bienes, riqueza, dicha y felicidad. Por supuesto, no pudo olvidarse nunca de sus malvadas hermanas mayores quienes una vez más intentaron herirla. Pero, para esta ocasión, Myrsina no estaba sola, sino que contaba con las tropas de su príncipe para protegerla. Ella jamás volvería a sufrir, la vida padecida había quedado atrás para siempre.