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Estamos hablando de un momento en el que el Príncipe Alfege contaba ya con catorce años de edad, y ostentaba una belleza y una vigorosidad sin parangón. A lo largo de la infancia había sido criado por una de las grandes Damas de la Corte, quien primero fue su enfermera y posteriormente su institutriz. El cargo pasó tras ello a manos de su marido, que ejerció como su tutor y gobernador. Como el roce hace el cariño, es de imaginar el tremendo afecto que esta familia le profesaba a Alfege, y cómo éste lo devolvía a cambio. De hecho, la hija de ambos, Zaida, era como una hermana para Alfege.