El nuevo y joven Rey, hijo de la malvada Reina, tenía pasión por la caza, y a menudo salía como pasatiempo junto a los más nobles jóvenes del reino. Fue precisamente una larga mañana de cacería cuando un giro se produjo en la historia. Durante el descanso del almuerzo, junto a un arroyo y dentro de una tienda montada para la ocasión, el rey avistó en una rama un mono de un color verde brillante, el cual le miraba tiernamente. El Rey prohibió a sus cortesanos hacerle ningún mal y el mono, vista la confianza depositada en él, fue aproximándose lentamente. Al final, se recostó en el regazo del Rey, y tastó comida. El Rey quedó tan prendado que lo tomó como mascota, y de vuelta al castillo le profirió él mismo los mejores cuidados, sin dejar a nadie que interfiriese. En la Corte muy pronto se habló del precioso mono verde.