El suspense no se mantuvo largo rato, pues casi de inmediato la piel del mono se desprendió y el Príncipe Alfege hizo acto de aparición, conservando cada ápice de belleza y encanto que tenía. El regocijo del reencuentro se escapa a cualquier descripción con palabras, momento tras el cual el Príncipe pasó a relatar sus aventuras y sufrimientos por el desierto. También confesó que la Reina Amable le había ayudado a facilitar un encuentro con su medio hermano, quien ahora era el Rey. Para ponerse al corriente, Alfege, Zaida y su madre necesitaron conversar durante días. En todo ese tiempo, la institutriz no dejó de pensar en cómo aupar a Alfege al trono, el cual le pertenecía por derecho.