Aurora clamó por que le dejara dormir en la cabaña, pues nunca había vivido fuera de su hogar y en el bosque no duraría frente a las bestias que allí moraban, como los lobos. La pastora accedió pero, como era lógico por otra parte, le pidió que le contase toda su historia. Aurora lo hizo, y se lamentó de la crueldad de su madre, al tiempo que culpó a Dios de su fatídico destino. Esto último no sentó nada bien a la pastora, quien le dijo que no blasfemase, pues los planes de Dios siempre son bondadosos, y que su infortunio sería su bien tarde o temprano, pues Él protegía a los que lo merecían. La reprimenda no cambió para nada las intenciones de la pastora, pues acogió gustosamente a Aurora como si fuese su propia hija.
Sin embargo, Aurora debía ocuparse en algo, y la pastora le ofreció su rebaño. La joven alegó que jamás había trabajado, pues procedía de buena familia y no había sido necesario. La pastora, entonces, le ofreció libros para pasar el reto, a lo que Aurora también dijo que no disfrutaba de la lectura, aunque finalmente confesó que no había aprendido a leer apropiadamente de pequeña. Su vida había consistido, pues, en pasear con sus amigas, almorzar, peinarse y verse con gente en ambientes sociales como el teatro o el baile. La pastora reconoció que con tanta ocupación no era como para aburrirse, algo de lo que Aurora discrepó, pues sí era hastío lo que muchas veces sentía. Seguramente se debía a las pocas responsabilidades que en su vida había tenido.
Sin embargo, Aurora debía ocuparse en algo, y la pastora le ofreció su rebaño. La joven alegó que jamás había trabajado, pues procedía de buena familia y no había sido necesario. La pastora, entonces, le ofreció libros para pasar el reto, a lo que Aurora también dijo que no disfrutaba de la lectura, aunque finalmente confesó que no había aprendido a leer apropiadamente de pequeña. Su vida había consistido, pues, en pasear con sus amigas, almorzar, peinarse y verse con gente en ambientes sociales como el teatro o el baile. La pastora reconoció que con tanta ocupación no era como para aburrirse, algo de lo que Aurora discrepó, pues sí era hastío lo que muchas veces sentía. Seguramente se debía a las pocas responsabilidades que en su vida había tenido.