Ingénu se declaró, y rogó que le dijese si estando a su lado sería infeliz o dichosa. Aurora se sinceró diciendo que una dama no podría ser otra cosa que feliz al lado de un marido pleno de virtudes, las cuales alabó. La pastora consintió, a sabiendas que sería un buen esposo para Aurora. Una vez consolidad el compromiso, el príncipe partió, con la promesa de retornar en tres días.
Durante ese tiempo, Aurora cayó sobre un matorral mientras reunía al ganado, una planta dura y espinosa, y sufría tales magulladuras que su rostro quedó desfigurado. Llenándose de valentía, y pese a lamentar lo sucedido, Aurora estaba convencida de que si Ingénu ya no la quería al volver, era porque nunca la había amado ni estaba destinado a hacerla feliz. Igual lo confirmó la pastora, quien desde otra visión completamente diferente alegó que Dios siempre hace las cosas por el bien.
Durante ese tiempo, Aurora cayó sobre un matorral mientras reunía al ganado, una planta dura y espinosa, y sufría tales magulladuras que su rostro quedó desfigurado. Llenándose de valentía, y pese a lamentar lo sucedido, Aurora estaba convencida de que si Ingénu ya no la quería al volver, era porque nunca la había amado ni estaba destinado a hacerla feliz. Igual lo confirmó la pastora, quien desde otra visión completamente diferente alegó que Dios siempre hace las cosas por el bien.