Y pasó el tiempo, hasta cuatro años, y Fourbin murió de desdicha y locura, pues tal era la crueldad de su esposa Aimée, que ni él mismo pudo soportarla. Los habitantes del reino expulsaron a Aimée de sus tierras, y enseguida fueron en busca de Ingénu para proclamarlo su nuevo rey. Tras la visita de los embajadores a Ingénu ofreciéndole el trono, éste, su esposa Aurora y la pastora se embarcaron de vuelta a casa. Pero no todo podía salir según lo previsto, y el infortunio los abordó de manera tal que naufragaron. Aurora, esta vez sí, creyó por sí misma que todo aquello sucedía por su bien, pues así Dios lo había previsto. En la playa de la nueva tierra plantaron un mástil con un telar blanco, por si alguien de paso los rescataba, Dios así lo quisiera.