Pasó el tiempo y Ferrandino hubo de partir a la guerra. Con él lejos, la madrastra llevó adelante su plan y ordenó a sus sirvientes secuestrar y acabar con la vida de Biancabella, portándole una prueba de su muerte. Los sirvientes la raptaron y, aunque no la asesinaron, le sacaron sus ojos y le sajaron las manos. De esta manera podrían engañar a la madrastra sin haber acabado con la vida de aquella joven tan adorable. La madrastra, pensando que su treta había salido como imaginaba, siguió adelante con sus designios, y extendió por el reino el falso rumor de que sus hijas habían fallecido. Dicho rumor iba acompañado también de otra falsedad: que Biancabella había perdido un hijo que esperaba y que una fiebre la estaba debilitando de forma severa y casi irreversible… Una vez la mentira corría de boca en boca, la madrastra colocó a una de sus hijas en la cama de Biancabella. Ferrandino, tan pronto retornó de la contienda, sólo pudo que angustiarse.