Biancabella, sin ojos ni manos, volvió a pedir ayuda a Samaritana, otra vez sin respuesta. Tuvo suerte de toparse con un anciano bondadoso, quien la quiso llevar de vuelta a casa a pesar de las reprimendas de su esposa, la cual al ver el estado de Biancabella daba por sentado que era una criminal que había sido apropiadamente castigada. Biancabella solicitó a una de las hijas de este vetusto matrimonio que le peinase la cabellera, hecho que la anciana reprobó porque, como bien decía, su hija no era ninguna sirviente. A pesar de ello, la chica peinó a Biancabella, y resplandecientes joyas brotaron de su pelo. Las alhajas sacaron a la honrada familia de la pobreza, y entonces sí que depositaron su confianza en la joven Biancabella.