Sin pensarlo dos veces el diablo aceptó, y se marchó a toda velocidad hasta perderse en la lejanía. El tiempo pasó como una hoja en el viento, y el muchacho se dedicó a sembrar zanahorias, rábanos y remolachas, pues como él bien sabía, son verduras que crecen bajo la tierra. Al cumplirse un año exactamente, una soleada mañana apareció el diablo.