Al
amanecer del tercer día vio lleno de asombro un pueblecito con casitas pequeñísimas. Todo en ese
pueblo era diminuto: las
casas, los
árboles, los
caballos, los
carros… Todo era tan pequeño que parecía un pueblo de juguete. Se quedo arrodillado en el
agua, encantado con aquella preciosidad.