Quien de ellos lo padeció, no lo supo asumir de buena gana. Pues además observó que la doncella se comportaba considerablemente de forma más agradable con el otro. Muerto de celos, el ser humano es una olla de malos pensamientos. El despechado se sacó de la chistera una artimaña para dejar al otro solo en la isla, y huir junto con la doncella. Aparentando que el escape había sido accidental, y que un infortunio había dejado atrapado a su enemigo, por supuesto.