El rebaño había sido, en efecto, otras de las armas que el padre de ella había enviado en pos de su yerno, una vez se había enterado que su hija había sido más astuta que él. La jugada le había salido mal nuevamente, pues no había podido acabar con él, y para más inri había perdido muchas de las vacas. Animalillos que bien le vendrían al náufrago para enriquecerse, desde luego.