El cochero abrió la puerta de un puntapié y entró. Luego les colocó unas riendas y los condujo al mercado. Palillo fue adquirido por un granjero, que le envió a trabajar a sus campos. Y Pinocho fue vendido a un circo. El jefe de pista no es que fuera un hombre despiadado, pero no estaba dispuesto a soportar tonterías. Cuando su nuevo burro se negó a comer heno, le azotó con un látigo. Luego llevó a Pinocho a la pista del circo y le enseñó a saltar a través de unos aros, a bailar valses y polcas y a sostenerse sobre sus patas traseras. Después de tres meses de duros entrenamientos, paliza incluida cada vez que lo hacía mal, Pinocho se presentó por primera vez ante el público. La gente acudió de muy lejos para ver al asombroso burrito, y una hora antes del comienzo de la función el circo ya estaba lleno.