Esta vez la serpiente sí estaba muerta, así que Pinocho se levantó, pasó por encima de ella y echó a correr. Después de tantos sobresaltos sintió mucha hambre, y al ver unas jugosas uvas en un campo, trepo a la verja para coger un racimo. Aquello fue un gran error, pues nada más alargar ” la mano sonó un fuerte “crac”, y las mandíbulas de una horrible trampa de hierro se cerraron en torno a sus piernas.