Entonces el príncipe se acordo de la muchacha que le había librado del encantamiento. ¿Podía ser realmente ella la desconocida del palacio de enfrente? Salio del ataúd de un salto, avergonzado, pues no sabía como pedir perdón. Pero justamente en ese momento llegaron las tres hadas en medio de una gran pompa y le dijeron que estaba perdonando y que su señora le esperaba.