Había una vez un viejo muy sabio, que vivía en lo alto de una montaña, allá en el Japón. Alrededor de su casa, la tierra era llana y fértil y toda cubierta de arrozales. Estos arrozales pertenecían a la gente de un pueblecito situado más abajo, entre la alta montaña y el gran mar azul. La playa era tan estrecha que apenas había sitio bastante para las casas, por cuya razón los campesinos habían hecho sus arrozales en la montaña, donde fluían numerosas fuentes.