Entre las ramas, el muchacho perdió la noción del tiempo, pues estuvo allí durante meses, e incluso años, escuchando los espíritus del árbol. Por la noche, los espíritus hablaban con las estrellas del oscuro cielo. Los espíritus del árbol se expresaban mediante silbidos, y las estrellas, a su vez, respondían también con silbidos, contándole al árbol cuáles eran sus nombres y sus leyendas.
Muy pronto, el muchacho aprendió a entender ese lenguaje, y supo los nombres de las estrellas, además de la historia de sus vidas.
Muy pronto, el muchacho aprendió a entender ese lenguaje, y supo los nombres de las estrellas, además de la historia de sus vidas.