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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Los asaltantes se daban las manos para guiarse unos...

Los asaltantes se daban las manos para guiarse unos a otros; no levantaban un pie del suelo que no tuviesen el otro muy firme en él; que no crujiese ramita alguna, que no rodase un pedrusco, ale, ale… El silencio era absoluto, la oscuridad total; ya habían burlado la vigilancia de los perros; ya dejaban atrás a los centinelas…
Pero los gansos del Capitolio habían ayunado y la tripa vacía no es amiga de un sueño profundo; algo debieron de oír cuando arrancaron a chillar como endemoniados